El pasado año, la economía europea experimentó un crecimiento del 2,5%, lo que supuso un avance significativo en comparación con el año anterior. Esta mejora se debió principalmente al incremento en la demanda interna, especialmente en el sector de la construcción y el consumo privado.
En cuanto a la tasa de desempleo, se redujo al 8,7%, alcanzando su nivel más bajo en los últimos años. Este descenso se vio reflejado en la creación de más de 2 millones de empleos en toda la Unión Europea.
Por otro lado, la inflación se mantuvo estable en torno al 1,5%, lo que permitió mantener un equilibrio en los precios y evitar presiones inflacionarias significativas.
En términos de comercio exterior, las exportaciones europeas aumentaron un 3,8%, impulsadas principalmente por el sector manufacturero. Esto contribuyó positivamente al superávit comercial de la región, que se situó en 192.000 millones de euros.
En resumen, el panorama económico europeo muestra signos de fortalecimiento y estabilidad, lo que augura un futuro prometedor para la región en términos de crecimiento y desarrollo.
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